viernes, 30 de enero de 2009

CRÍTICA: "EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTTON" (2008)

EEUU, 2008, 166 min.
Título Original: The Curious Case Of Benjamin Button.
Dirección: David Fincher.
Guión: Eric Roth, Robin Swicord, basado en el relato de F. Scott Fitzgerald.
Elenco: Brad Pitt, Cate Blanchett, Taraji P. Henson, Julia Ormond, Jason Flemyng, Elias Koteas, Tilda Swinton.

Brad Pitt encarna al protagonista del título, Benjamin Button, un hombre que nace con el aspecto físico de un anciano y que va rejuveneciendo con el paso de los años. Cuando tenga 50 se enamorará de una mujer de 30 (Cate Blanchett), pero sus extrañas circunstancias, obviamente, pondrán en peligro la relación.

Común se está haciendo que directores no acostumbrados a estas prácticas, realicen grandes super producciones con fecha de estreno para Enero, con el objetivo de alcanzar alguna estatuilla, y David Fincher no fue la excepción. Tal cual lo hicieran los hermanos Coen hace exactamente un año atrás al realizar una cinta despegada a sus acostumbrados estilos con “No Country For Old Men”, esta vez el director de “Siete Pecados Capitales” (1995) y “El Club de la Pelea” (1999) abandonó a sus fanáticos -me incluyo- y a sus thrillers de inquietantes temáticas, para regalarnos una nueva obra maestra, con otras características, distinta a lo que nos suele mostrar, pero perfecta al fin y al cabo.

Basada en la novela homónima de F. Scott Fitzgerald publicada en 1921, la historia se centra en Benjamin Button (Brad Pitt), un hombre que nace a fines de la I Guerra Mundial, con el cuerpo y la mente de alguien de 80 años, arrugado, con artritis y severos daños óseos, pero que a medida que pasan los años, va rejuveneciendo y viviendo en contra de las agujas del reloj. Cuando cumple los 50, y en el preciso momento en que su proceso de crecimiento se lo permite, se enamora de Daisy (Cate Blanchett), una hermosa mujer de 30 a quien conoce desde su nacimiento y con la que hace más llevadera su curiosa biología, viéndose cada año más joven, comenzando a vivir ahora como un niño en el cuerpo de un anciano, hasta el fin de sus días.

Trece nominaciones a los Oscar -incluyendo el de Mejor Película y Mejor Actor- no hacen más que confirmar el notable resultado logrado por la cinta. En un escenario histórico, con interpretaciones brillantes, una producción de alto nivel en todas sus líneas, y en casi tres horas de duración, el director nos cuenta una historia mágica, casi al borde de la ciencia ficción, pero con un mensaje tan real como la vida misma. Brad Pitt (“Siete Años en el Tibet”, “Troya”) demuestra toda su versatilidad y madurez actoral interpretando a Benjamin, caracterizado a lo largo del film en distintas etapas de su vida, alcanzando sin duda, su mejor trabajo personal (hay quienes no aprueban su innegable falta de carisma dramático, pero es parte de su inherente personalidad: el calce perfecto con Benjamin), y Cate Blanchett (“El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey”, “Babel”) -más hermosa que nunca- llena la pantalla con un refinado dramatismo, caracterizando a Daisy. Es ella, quien acompañada de su hija en la clínica en el presente de la historia, espera agonizante su muerte, y va relatando los hechos escritos por Benjamin, ya fallecido, llevándonos 80 años atrás. Curioso resulta la nominación al Oscar de Taraji P. Henson (“Four Brothers”) como Actriz de Reparto, quien encarna a Quennie, la madre sustituta de Benjamin. Su papel, si bien está muy bien logrado, dudo que sea uno de los cinco mejores secundarios del año.

Un trabajo artístico impecable, una fotografía perfecta (a cargo del chileno Claudio Miranda nominado al Oscar), y una banda sonora a ratos sublime, conforman una historia mágica, un cuento de amor y decisiones por sobre el amor, de un hombre que a lo largo de su vida va coleccionando amigos y experiencias, saboreando lo que a cualquiera le toca vivir, pero en la otra dirección, como al zurdo en un mundo para diestros; contada en detalle tal cual un diario de vida. Quizás el único desacierto del film (o donde nos queda cierto vacío), es que la historia se sustenta en un hecho particular, ocurrido en el preciso momento en que Benjamin nace, cuando Monsieur Gateau, conocido relojero de la época, decide construir un reloj cuyas agujas giran en el otro sentido, que sería colocado luego en la Estación Central de la ciudad. Hecho de suma importancia para explicar el fallido crecimiento de Button, pero que pierde sustancia y termina por pasar al olvido en el transcurso del film, o al menos, perdimos la pista de la historia personal del relojero. (No haré mención de los eternos clichés del cine norteamericano que no dejan de estar ausentes, pero tapémonos los ojos y que la cinta nos transmita lo que corresponda).

David Fincher sabe contar historias, y esta vez, nos enseña a valorar cada minuto de nuestras efímeras vidas -en donde muchas veces ni siquiera nosotros mismos sabemos si nos encontramos en el lugar y en el momento preciso- a través de Benjamin, quien vive atrapado en una fábula, rodeado de un mundo, al parecer, demasiado rápido para él . ¿No lo han sentido alguna vez?


Por Wladimyr Valdivia Westphal.


Trailer Subtitulado:

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